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- Puebla, Pue. México.

06Reflexionar de manera general sobre las raíces culturales de la tradición del Día de Muertos en México permite conocer los fundamentos de esta fiesta nacional que se ha conservado hasta nuestros días, por lo que ha sido valorada por la UNESCO como Patrimonio Intangible de la Humanidad, afirmó Arnulfo Allende Carrera, antropólogo del Instituto Nacional de Antropología e Historia en Puebla, al impartir la conferencia “La Muerte en México las Raíces Culturales de una Fiesta Nacional”.

Explicó que cuando los españoles llegaron a conquistar el territorio mesoamericano traían más de cuatro tradiciones culturales: ibero-celta, germano-romana, árabe y etrusca, entre otras; mientras que las raíces culturales prehispánicas eran nahua, maya, mixteca, zapoteca, otomí, totonaca, purépecha y muchas más.

Al dar una explicación de los grupos prehispánicos refirió que quienes tuvieron contacto con los españoles fueron las élites nahuas, de ellos, los frailes franciscanos obtuvieron información valiosa respecto a la visión y pensamiento del post-clásico tardío alrededor de 1,200 a 1,500 D.C. Toda esa concepción del imperio Mexica se mezcló con las tradiciones españolas.

Para los mexicas la deidad más importante era Tonatiuh el dios del Sol, que se alimentaba de la sangre de los corazones humanos. Figura representativa que se observa en el calendario solar de los aztecas.

A la Casa del Sol iban directamente los guerreros muertos en batalla, los guerreros sacrificados que eran considerados hombres inteligentes y con mucho valor; también iban las mujeres que morían en el parto, ya que la condición de morir dando vida a otro ser humano, era la mejor manera de pasar a otra vida, porque daban a Tonatiuh un guerrero.

Otra manera de morir era en el sacrificio humano, en Tenochtitlán a los guerreros les abrían el pecho para sacarles el corazón; también las personas que morían por rayos, inundaciones o incluso por enfermedades era digna de ir al Tlalocan, que era el lugar donde las almas de los difuntos se convierten en niños. En este lugar había montañas, ríos, vegetación, flores, animales, era un lugar de reposo donde todas las almas se volvían infantiles y gozaban cantando, bailando, jugando, era un lugar para estar felices todo el tiempo.

El Mictlan o lugar de los muertos era para todos los demás y ahí estaba el señor Micantecutli, que lo representaban como un personaje descarnado, que recibía a quienes morían en muerte común.

Posteriormente en la conquista todos estos pensamientos fueron desechados, pero no se logró por completo porque cuando los frailes intentaron a través de códices traducir las oraciones más importantes de la religión católica para evangelizar a los pueblos prehispánicos, permaneció entre los indígenas la idea de la muerte como un pensamiento religioso, lo que llevó a una mezcla de la concepción europea e indígena.

En la concepción europea se refiere que hay un Dios único dividido en tres personas: padre, hijo y espíritu santo. El sacrificio de la eucaristía en la tradición judeo-cristiana, está en el ritual del pan- cuerpo y vino-sangre, que representa el sacrificio del hijo, con la promesa de la resurrección. También la idea del infierno y paraíso se mezcló con las tradiciones indígenas de la festividad del día de muertos.

En la cultura Mesoamericana se daba culto a los ancestros, ya que durante el décimo cuarto mes Quecholl, del 23 de octubre al 11 de noviembre, se ayunaba durante cuatro días, se fabricaban flechas, se colocaban envoltorios de masa (tamales) sobre la tumba de los difuntos y un anciano hablaba.

También en el norte de España se registra la Festividad de Todos Santos y el Día de Difuntos que se celebraba en un ambiente festivo en zonas rurales, con ofrendas de pan y vino que se bendecían en la iglesia y se colocaba en las tumbas. Las visitas a los camposantos aumentaban para homenajear a los difuntos utilizando flores de crisantemo y oficios especiales en misas matutinas.

Había también la creencia que las almas de los muertos regresaban para compartir los alimentos y las campanas en los pueblos rurales doblaban toda la víspera. Los muchachos velaban en la noche, pedían limosnas y oraban.

El especialista explicó que no hay evidencia arqueológica documental de que las ofrendas deben tener ciertos niveles y se les debe colocar elementos como pan, calaveritas, porque fue en el siglo XIX donde surgieron adaptaciones. Fue en años posteriores a la Revolución Mexicana cuando se confirió esta fiesta como parte de la cultura nacional y se integraron elementos como las catrinas, de José Guadalupe Posada, para reforzar la idea de mexicanidad.