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10ibero01Desde un llamado a la introspección y a la lectura atenta de los signos de los tiempos, el Departamento de Ciencias Sociales celebró los conocimientos e historia que la Licenciatura de Ciencias Políticas —hoy renovada con el espíritu de la Innovación Democrática— ha tenido a lo largo de 25 años.

Este programa académico con más de dos décadas de historia busca responder a un panorama doliente y converso que se inserta en México. Esta necesidad es entendida por su coordinador, Roberto Ignacio Alonso Muñoz, como una oportunidad auténtica de ver las Ciencias Políticas ya no solo como un binarismo típico de ideologías, sino como una herramienta de empoderamiento y acción ciudadana.

Para el catedrático, “[la ciencia política] coadyuva al empoderamiento ciudadano y a la promoción de un estilo de vida democrático como se ha trazado en documentos inspiradores y corporativos de la Compañía de Jesús”, un eje fundamental para la tradición educativa de la IBERO Puebla.

 

¿A quién pertenece la democracia?

Esta conmemoración también fue un momento para reconsiderar la función de las ciencias políticas en la actualidad, y con este propósito se realizó la conferencia La ciencia política en tiempos de erosión democrática, impartida por el catedrático de la Universidad de Girona, el Dr. Salvador Martí i Puig.

El experto hizo un recorrido histórico y teórico sobre esta disciplina que, desde sus orígenes, se sostiene en el estudio del conflicto, el poder y la legitimidad. “La política la entendemos como una actividad colectiva de los miembros de una comunidad que tienen como objetivo incidir en el conflicto entre grupos, el resultado termina siendo una serie de decisiones que obligan —a la fuerza, si es preciso— a la colectividad”.

La política entonces no puede existir sin conflicto, y las ciencias políticas no pueden ser sin el estudio de las discrepancias sociales. El poder, explicó el Dr. Salvador Martí, tiene tres fuentes esenciales: la coacción, que es la obtención del poder por medio de amenazas o infundir temor; la influencia, que se conjuga a través de la persuasión, y la autoritas, que es una de las fuerzas más nobles hasta cierto punto, porque se genera a través de la confianza o una buena reputación.

El poder, dependiendo desde donde se aplique, brinda legitimidad, que es “una especie de sustancia que se construye en gran medida de los tres ingredientes, o sea, fuerza, influencia y autoritas. La legitimidad es por qué obedecemos”. Este factor es la base de la democracia que, para el académico, no se encuentra en un especial peligro en la actualidad, más bien debe evolucionar.

“Cuando hablamos de democracia, hablamos de un concepto muy cargado”, y por ello es tan difícil trasladarlo a la realidad. Los teóricos identifican dos momentos claves de la democracia, la de los antiguos y de los modernos.

La democracia moderna dice que la titularidad última del poder pertenece al pueblo. Que este, debe ser un sistema donde se protejan los derechos de las minorías por sobre las mayorías, donde se pueda elegir a los dirigentes y se tomen decisiones socioeconómicas para generar igualdad de condiciones. Algo esencial es que la democracia debe proteger la protesta.

En ese sentido, para el Dr. Martí i Puig no vivimos en democracia, más bien en poliarquía, que hace referencia a un gobierno de muchos participantes. “Después de 40 años hablando sobre transiciones a la democracia, democratización y consolidación, es cierto que en los últimos años los temas son sobre erosión democrática”.

En ese sentido, el politólogo esclarece que su disciplina ya no puede limitarse solo a estudiar la política y lo político, sino que debe cuestionar su papel como ciencia y desde dónde se aplica en las academias. La ciencia política, ante el panorama en que se inserta, debe vincularse a su entorno, ser interdisciplinar, cooperativa y reflexiva; esa encomienda dejó el Dr. Salvador Martí a sus futuros colegas.