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- Puebla, Pue. México.

06ibero01“En tres años que yo no he tenido a mi madre, en usted encontré un amor de madre”. Ese fue uno de los momentos que marcó la vida de Ingrid Alfaro Recarte, trabajadora humanitaria de la Casa de Atención a Desamparados, A.C. desde hace siete años. Ella acompaña de cerca a la comunidad migrante que, en su experiencia y la de Rossana Rojas Beltrán, presidenta de la institución, ha incrementado el número de menores en sus filas.

Este aumento súbito y las inclemencias que lo acompañan, como las políticas migratorias y la adversidad que se vive en los países expulsores, es lo que se discutió en el panel Experiencias infantiles en contextos migratorios que se llevó a cabo en el marco de la exposición artística Pasitos pa´l norte.

“Niñas, niños y adolescentes son protagonistas de las migraciones cada vez más, y eso hay que entenderlo de forma que no se reproduzcan discursos clasistas, racistas y xenófobos”, dijo Valentina Glockner Fagetti, antropóloga del Departamento de Investigaciones Educativas del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional (CINVESTAV).

La antropóloga considera que entre 2014 y 2015 existió un pico de menores migrantes sin acompañamiento. Esta afluencia se incrementó durante los años siguientes con dos momentos clave: la llegada del Donald Trump al poder y la pandemia por COVID-19.

En ambos momentos, la desigualdad aumentó en diversos países de Centro y Sudamérica, y con ello, los peligros para conservar el bienestar integral de la ciudadanía. Esto originó la gran crisis migratoria que hoy se ve por todo el continente, en forma de caravanas migrantes con familias enteras en ellas.

Las expertas también remarcaron que el incremento de menores en movilidad es preocupante, no solo por los riesgos a los que se enfrentan, como su captación para el trabajo forzado o en las redes macrodelincuenciales; el riesgo incrementa con el apabullante juicio social que pesa sobre los migrantes sin importar su edad.

“El término de ‘la frontera vertical’ habla de cómo no solamente pagamos el muro de Trump de forma indirecta, sino que construimos uno más grande, fuerte y peligroso; uno sistemático basado en xenofobia, aporofobia, racismo, clasismo y que estructuralmente está haciendo del país una gran frontera y una trampa mortal para todos aquellos que buscan mejores condiciones de vida”, explicó el arquitecto Antonio Muñoz Gómez, quien realizó la exposición artística Pasitos pa´l norte.

En ese sentido, el panel de expositores reconoció que debe existir un acercamiento distinto a la migración, pues las políticas migratorias que prevalecen en el mundo, en conjunto con el estigma social y racial que existe, solo limitan entre el bien y el mal una práctica llena de matices como lo es la migración.

“El acercamiento a la migración da la posibilidad de romper las fronteras incluso dentro de nuestras propias mentes para abrirnos a otras posibilidades. Así de rica, diversa y compleja es la migración. Tenemos que dejar de encajonarla y estereotiparla como solamente este flujo masivo deshumanizado de personas”: Valentina Glockner Fagetti.

Ejemplos como el acompañamiento a migrantes que se brinda en la Casa de Atención a Desamparados, A.C. desde hace más de 12 años, han abierto el fenómeno migratorio infantil a un caleidoscopio de experiencias. Esto permite ver que van más allá de la precariedad y la delincuencia, que no es un escenario ajeno, pero no es el único para aquellos que solo buscan mejores oportunidades de vida.

Para Ingrid Alfaro, “ellos necesitan ser escuchados, no criticados ni juzgados”, algo que dice desde su experiencia como una persona que migró hace siete años. Aunque reconoce que no ha logrado superar las heridas que le dejó aquella vivencia, el brindar ayuda a quienes llegan al albergue ha sido una forma de sanar.

Finalmente, el panel exhortó a los presentes a buscar la humanidad detrás del prejuicio de la migración. A decir de los expertos, las personas pesan más que las fronteras que separan territorios y destruyen familias, tal como se vio en la muerte de casi 40 personas en un centro migratorio de Ciudad Juárez la madrugada del 27 de marzo.

Para Valentina Glockner, “hablar en un evento como este requiere una demanda permanente para que no exista una sola persona deshumanizada en este mundo, y para que dejemos de ser hipócritas dejando de recibir a extranjeros con la alfombra roja en nuestras ciudades y nuestros pueblos turísticos, y después ofreciendo condiciones de muerte y de encarcelamiento a quienes están buscando otras formas de vida mejores oportunidades”.