banner 1

banner a1

logo

banner l

- Puebla, Pue. México.

07alegriaibero01Familiares de personas desaparecidas e integrantes del colectivo Voz de los Desaparecidos cuentan su experiencia ante la indiferencia de las autoridades y la sociedad, tras la proyección de la película Ruido.

“No es nada nuevo, no es ficticio, esto es realidad; es lo más apegado a la realidad que yo he visto” comentó entre lágrimas María Eugenia, tras la proyección de la película Ruido. Ella busca a su hija desde que desapareció en enero de 2021 e hizo énfasis que como en la película, las autoridades no escuchan, no hacen caso y se quedan de brazos cruzados, sin hacer nada.

En el marco del Día Internacional de la Mujer, se llevó a cabo en la IBERO Puebla la jornada Mujeres, encuentros y resistencias: Testimonios de familiares de personas desaparecidas y proyección del largometraje Ruido, con el objetivo de que las y los verdaderos protagonistas relaten su experiencia de dolor y esperanza en la búsqueda de personas desaparecidas, comentó Alexia Martínez Montalbán, responsable del Observatorio de Desaparición de Personas del Instituto de Derechos Humanos Ignacio Ellacuría, SJ.

“Pensamos que es importante que la comunidad universitaria se sensibilice ante esta problemática y sobre todo que tengan la oportunidad de escuchar de los integrantes del colectivo e ir construyendo una sensibilidad y un apoyo a largo plazo”, apuntó.

María Eugenia, quien forma parte del colectivo Voz de los Desaparecidos, hizo hincapié en que la autoridad los revictimiza porque les dicen que sus hijos se fueron con el novio, o andan de fiesta, o están disfrutando mientras ellos sufren; y lo más importante, nadie les hace caso. “Da tristeza ver como nadie nos fuma”.

Se integró al colectivo casi a los tres meses de que su hija desapareció y le ha servido mucho porque no sabía qué hacer. “No sabía ni qué decir y cada día es más triste, más doloroso y cada cosita me recuerda a mi hija; yo no quiero pensar que está muerta, pero a veces, no me queda otra más que pensar eso”.

Al ver la película se puso a pensar si su hija está en un lugar de trata de blancas, o está sembrando, recolectando, empacando drogas. “Eso no es vivir, realmente a lo mejor mi hija está muerta, muerta en vida, pero está muerta”.

Martha Domínguez busca a su hijo Carlos, desaparecido hace tres años en Guadalajara, Jalisco. “(Fueron) tres años caminando sola en la búsqueda de mi hijo. Los primeros días, las primeras semanas, meses, fueron muy dolorosos para mí por no saber qué hacer, dónde buscar. Él tan lejos y yo aquí radicando en Puebla”, compartió sin poder contener el llanto. Carlos trabajaba vendiendo huaraches artesanales. “Se iba dos otres meses a esa ciudad y regresaba a Puebla”.

Se identificó con la película porque cuando acudía a la Fiscalía para preguntar por su hijo, siempre le decían lo mismo. “Es la misma repetidera de siempre, preguntándome y dónde desapareció, y cómo se llamaba su hijo, y lo mismo de siempre”.

Fue hasta agosto pasado, en uno de sus viajes a Guadalajara que encontró al colectivo. “Yo vine diferente, porque encontré a esta gente que comprende el dolor […] Me siento acompañada por ellos. Por mi hijo se ha hecho mucho, se ha visibilizado su fotografía, pero gracias a los colectivos, no gracias a las autoridades”. Dijo también sentir que en el colectivo la “abrazan con el corazón”.

Daniel Pérez Domínguez desapareció el 23 de noviembre de 2019 y desde entonces lo busca su madre, Cristina. Destacó que la película muestra la realidad del estado de Puebla y del país en general, que están llenos de autoridades corruptas. “Estamos llenos de corruptos, de gobernantes corruptos que lucran con todo el pueblo; que realmente no hacen nada por el país”.

Cristina señaló que al principio acudió a las autoridades con la confianza de que iban a hacer algo, “pero sólo nos mienten y se burlan atrás de nosotros; tanto abogados, como agentes, como fiscal, coordinadores, todos nos dan la vuelta”. Manifestó que Ruido narra la tristeza y el dolor de una madre que busca incansablemente a su hija, tal como lo hace ella, al hacer hincapié que es una situación que le puede pasar a cualquiera.

María Luisa, una de las fundadoras de Voz de los Desaparecidos, comentó que la película es sólo una pequeña demostración de lo que las familias buscadoras viven todos los días, pues además de revictimizarles las autoridades, también lo hace la sociedad.

“También a eso nos enfrentamos a la apatía, a la falta de respeto, a la falta de conocimiento. La ignorancia es atrevida. Justo por el hecho de desconocer se atreven a emitir juicios de valor, sin tener el más mínimo conocimiento de lo que está ocurriendo, de lo que está viviendo una familia”.

María Luisa compartió que su hijo Juan de Dios desapareció a los 23 años y no se había dado cuenta cómo les había afectado a sus otros hijos. Al pedirle perdón a uno de ellos, lo que respondió fue muy duro para ella: “Te perdono, pero qué hago, ya estoy roto. Porque el día que desapareció mi hermano, también perdí a mi mamá”.

Cristina aseveró que reír también es forma de desahogar el dolor, tal como se muestra en la película. Al principio se encerró en su dolor y no quería que nadie le hablara. Fue hasta que conoció a María Luisa y el colectivo que le contagiaron su risa y se dio cuenta que hace falta reír dentro del gran dolor que tienen. “No saben el dolor que traemos por dentro”.

Martha la secundó relatando que fue hasta que llegó al colectivo que volvió a escuchar música, a ver la televisión y a acudir a algunas fiestas que la invitaban. Contó que hicieron una posada el 16 de diciembre y a partir de ahí, ya pone su música a todo volumen, como le gusta. “Se tiene que seguir con la vida con el dolor por dentro”.

En esto coincidió María Luisa, al exponer que al principio les agobia la angustia, la preocupación, el coraje, la rabia. El haber fundado el colectivo fue pensando en ayudar a otras mamás que vivían la misma situación que ella. “Resultó una experiencia totalmente diferente, porque resulta que ellas llegaron a ayudarme a mí, llegaron a fortalecerme”.

Entendió que despertar cada día, levantarse, bañarse, vestirse, sonreír, también es un acto de resiliencia y de ingobernabilidad; porque el sentido común dice que hay que llorar, estar tristes o enojadas. Es justo lo que quiere el sistema patriarcal, convertirlas en mujeres que sufren y es un aprendizaje el pensar en la alegría como una forma de resistir.