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¿En qué estado de derecho vivimos actualmente los mexicanos? ¿Tenemos el gobierno y las autoridades que nos merecemos? ¿Cuáles  han sido los factores que han llevado al país al borde del precipicio? ¿Por qué todos los días escuchamos en su mayoría noticias que nos hablan de que en México vivimos en un clima donde prevalecen la Impunidad, corrupción, injusticias contra los grupos más vulnerables de la sociedad, desapariciones forzadas, pobreza extrema, criminalización de las protestas, matanzas, enriquecimiento ilícito, encubrimiento, infiltración de los grupos criminales con las autoridades, violaciones sistemáticas a los derechos humanos? En fin, mil historias cotidianas que nos demuestran en su conjunto una triste realidad: en  México no contamos con un auténtico Estado de Derecho.
 
Después de los conflictos de San Bernardino Chalchihuapan en Puebla, con el asesinato de un menor de trece años a manos de la Policía Estatal reprimiendo una protesta, del asesinato de 23 personas en Tlatlaya, Estado de México, en una ejecución a manos de elementos del ejército y de la desaparición forzada de 43 normalistas en Iguala, Guerrero, ejecutada por elementos de la Policía Municipal infiltrada por el grupo delictivo autodenominado “Guerreros Unidos”, hechos que han desatado, no sólo la indignación nacional, sino también de organizaciones internacionales defensoras de los Derechos Humanos, como Amnistía Internacional y Human Right Watch, además de organismos como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, resulta evidente que el gobierno federal y el de las entidades están en la mira de todo el mundo.
 
Hace pocos días, el diario  The Financial Times criticó al gobierno de Peña Nieto e hizo el señalamiento de que: “Esto no es Mover a México: es el mismo país corrupto e injusto”.
 
Si bien, hace sólo 8 meses otra publicación —Times— presumía al mandatario en su portada como el salvador de nuestro país, ahora todos los problemas que siempre se han negado o dejado de lado y solapado; vienen en picada como una bola de nieve, arrasando con todos, ciudadanos impotentes e indignados y autoridades corruptas, rebasadas por las organizaciones delictivas que han sembrado el terror en muchos territorios y a quienes nadie puede poner el alto, ya que crecen y se reproducen como un cáncer que está dañando las entrañas de nuestro sistema de gobierno y de sus instituciones.
 
Ahora que finalmente se logró la captura del ex presidente municipal de Iguala, Guerrero, y de su esposa, señalados como los autores intelectuales de la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa, los mexicanos exigimos una respuesta convincente de lo sucedido —no como la de ayer del procurador Murillo Karam— y que las autoridades apliquen todo el peso de la ley en contra de los responsables.
 
Los hechos anteriores han abierto un debate para saber si México es un Estado represor o débil, pero me inclino por lo último, pues el Estado Mexicano muestra su debilidad al someterse a los intereses de grupos poderosos de facto y de los que tienen el manejo del dinero. Sus gobernantes caen en la tentación de hacerse ricos de la manera fácil y rápida, es decir, la ilegal, de favorecer a aquéllos que les pagan las campañas electorales, aunque claro, después buscan a toda costa, ocultar estos hechos.
 
En otras palabras: hasta para ser represor hay que ser organizados y contar con cierta disciplina y estudio de la situación, porque en el país ni siquiera se cuentan con las  herramientas necesarias para ejercer una represión sistemática a gran escala, como podría ser el caso de Nigeria o la misma Rusia; si fuera lo contrario, ni siquiera habría “autodefensas”.
 
Es una realidad que en México existe una incapacidad de ceñirse al régimen de la ley, no se respetan, sino más bien se tolera su violación sistemática.
 
Evidentemente, vivir en una sociedad regida por leyes y el respeto a las mismas es una condición necesaria para que haya avance económico, para que se desarrolle la sociedad y para que progrese el país y, lamentablemente, aquí sólo prevalece la ley de la selva.
 
Como diría Luis Rubio en la presentación del libro “A la puerta de la Ley”: no es casualidad que los mexicanos veamos a la ley como algo relativo, siempre sujeto a vaivenes y cambios, según soplen los vientos. México cuenta con leyes, pero no con un cabal Estado de derecho…