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- Puebla, Pue. México.

ITESM edificó Casita Mágica en Izúcar de Matamoros

08casitaitesm01Con el nombre de "La casita mágica" este es un proyecto emblemático para los alumnos y la comunidad académica del Tecnológico de Monterrey, Antonio Garza Sastré -recientemente fallecido y quien fuera líder y principal promotor de este proyecto-, lo llamaba así porque más que ser un trabajo de clase, transformó la vida de una familia del municipio de Izúcar de Matamoros que vivía en condiciones de precariedad y hacinamiento, y logró convertirse en un "antídoto contra la miseria y la pobreza".

     "Toño", como le decían sus amigos, aceptó la propuesta de la doctora Patricia Reyna Ontiveros, coordinadora del Legado Base de la Pirámide en el Campus Puebla, para construir una casa hecha con materiales procedentes de la región, como el carrizo y la palma silvestre.

     Junto con los arquitectos Juan Carlos Loyo, Sara Márquez y José Luis Sanuy se conformó el programa académico VACA (Verano Aprende, Construye, Aplica), donde 40 alumnos de los campus Chihuahua, Puebla y Saltillo diseñaran los planos de la vivienda, se familiarizaran con técnicas de construcción basadas en el manejo de los materiales del lugar donde se realizó el proyecto y se desempeñarían como los albañiles de su propia obra.

     En tres semanas el grupo que integró el doctor Garza Sastré edificó una vivienda de 120 metros cuadrados en dos niveles, con cinco cuartos, estancia cocina, baño exterior y jardín.

 

Vivienda digna e innovadora

     La magia también se hizo presente cuando los alumnos tuvieron que aprender una nueva forma de construir.

     Juan Carlos Loyo y Sara Márquez, catedráticos invitados al programa VACA, explican que "La Casita Mágica" fue construida en un mes bajo el precepto de "valores vernáculos", que implica utilizar los materiales disponibles en la región en la que se construye y que se desarrolla a partir de la tradición.

     Así el carrizo sirvió para construir la estructura de techo y camas, y el revocado de los muros se realizó con la "quincha", una mezcla a base de excremento de asno, cal y tierra, que posteriormente se apisonó con ayuda de los alumnos y la familia.

     La palma se utilizó para cubrir el techo y formar las paredes del interior. Para su uso fue necesario emplear el tejido patentado por el Licenciado Armando García Azcué, quien fue el proveedor de este material y proporcionó la técnica que emplea en su negocio particular en el municipio de Izúcar de Matamoros.

     Para las camas, la escalera que lleva al segundo nivel y las estructuras de muros y techo; los alumnos emplearon una técnica de costura de hilo de bambú que permitió unir las piezas que las conformaban.

     El elemento estético también está presente en los murales que realizó el artista plástico Benito Martínez, que imprimió en la fachada de la cocina y los cuartos a partir de conocer la historia de la familia, sus sueños y aspiraciones.

     Además de los elementos técnicos y estéticos, Sara Márquez enfatiza que el proyecto resuelve las cinco líneas de precariedad que la organización mundial UN-Habitat establece para clasificar a una vivienda como "no digna".

     "Cuando llegamos, nuestro objetivo fue edificar una casa que cubriera la línea de la dignidad; es decir que tuviera seguridad jurídica de tenencia, proporcionar cuatro metros cuadrados por persona para evitar el hacinamiento, durable, con acceso al agua potable y a vías de acceso".

     Por su parte Juan Carlos Loyo comenta que "La casita mágica" se concibe como una respuesta a las condiciones económicas, culturales y climáticas del entorno donde se construyó.

     Y es que el también egresado de la carrera de Arquitecto (ARQ) del Campus Monterrey, aplicó la experiencia adquirida en proyectos de vivienda social y colectiva que ha realizado en Estados Unidos e India bajo la dirección de Valkrishna Doshi, así como los proyectos de su propia firma en los que estudia y utiliza los sistemas vernáculos de construcción para la producción de obras contemporáneas.

 

Experiencia transformadora de vida

     Para la familia Sánchez integrada por Doña Ángeles y sus hijos Sulema, Luciano, Erlinda, Rosalinda y Christopher, con edades que van desde el año y medio hasta los 18 años, su nueva casa representa un nuevo futuro y mucha felicidad.

     Doña Ángeles trabaja en el área de limpieza de la Universidad Tecnológica de Izúcar de Matamoros y cuenta con poco tiempo para atender a sus hijos, "por lo que casi todo el día están solos, pero con la nueva casa me siento más tranquila porque sé que están seguros y que no se mojarán ni pasarán mucho calor", dice.

     Sulema de 10 se acuesta sobre su nueva cama hecha de carrizo y comenta "Soy feliz, con mi cama, y ver las estrellas con Rosalinda en el piso de arriba".

     Y la opinión general de los alumnos reside en estar orgullosos de haber aplicado sus conocimientos para una familia que lo necesitaba, que es ejemplo de los más de 80 millones que viven en condiciones extremas de pobreza y que hoy gracias a "La Casita Mágica" poseen la oportunidad de concebir un futuro alentador.

     Todos estos resultados no hubieran sido posibles sin la dirección y aliento del doctor Antonio Garza Sastré, quien dejó en Izúcar de Matamoros su último legado de su vida.