“El abandono sí puede considerarse una forma de trauma para un perro”, afirma la profesora Sofía R. Viniegra, de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la UNAM
CIUDAD DE MÉXICO.- Cuando un perro es abandonado, no sólo pierde un hogar: pierde también la seguridad, el vínculo y la referencia emocional que representaba su cuidador. Aunque durante mucho tiempo se pensó que las emociones complejas eran exclusivas de los humanos, hoy la ciencia del comportamiento animal demuestra lo contrario.
Desde el punto de vista fisiológico, los efectos pueden ser duraderos.
Algunos perros desarrollan un estado de inhibición conductual, que muchas veces se confunde con calma, pero en realidad es una forma de depresión.
“No es raro que un perro abandonado no quiera comer, no quiera jugar o no quiera relacionarse con otros animales o personas. A veces simplemente se queda quieto, sin responder a los estímulos. Esto es parte de una respuesta emocional intensa a un evento traumático”, señaló R. Viniegra.
En algunos casos, los animales también sufren alteraciones en su sistema inmunológico debido al estrés crónico.
Vínculo emocional: una necesidad básica
Así como los niños pequeños dependen de sus cuidadores para sentirse seguros, los perros también lo hacen. La figura humana cumple una función de apego que regula sus emociones y estructura sus rutinas. Cuando ese vínculo se rompe de manera abrupta, el animal queda vulnerable y desorientado.
“No se trata de humanizar al perro, sino de reconocer que también tiene una vida emocional compleja”, puntualizó la especialista.
Prevenir el abandono es una responsabilidad humana
Frente a este panorama, la tenencia responsable se vuelve clave. Adoptar un animal implica un compromiso a largo plazo: no solo se trata de ofrecer alimento o techo, sino de generar un vínculo afectivo y estable que favorezca su bienestar integral.
“La paciencia, la consistencia y el acompañamiento profesional son clave”, explicó la especialista.
Los perros que han sido abandonados pueden rehabilitarse emocionalmente, pero muchas veces requieren un proceso terapéutico que combine:
atención veterinaria,
intervención etológica,
y un entorno humano amoroso y estable.
También sienten, aunque no hablen
“Así como reconocemos que el abandono afecta emocionalmente a las personas, debemos entender que los animales también sienten. No con palabras ni con conceptos, pero sí con el cuerpo, con la memoria y con sus conductas”.
El abandono deja huellas. Y aunque los perros no puedan contarlo con palabras, su lenguaje corporal, su mirada y su conducta revelan el impacto profundo de haber sido abandonados.
Comprender esto no sólo permite a los humanos actuar con más empatía, sino también construir una sociedad donde ningún ser vulnerable sea tratado como desechable.