dom, Dic 14, 2025

Puebla, Pue. México

Tarde empezó a escribirse la historia de la ciencia en México: Parsifal Islas Morales

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• Objetos que quizá “no parecen espectaculares, podrían guardar narrativas que realmente lo son”, apuntó

CIUDAD DE MÉXICO.- Debe reconocerse que la historia de la ciencia en México comenzó a escribirse tarde, “muy por detrás de la historia civil, militar y social. “Pero ya desenterrada, revelará una enorme riqueza”, expresó el coordinador general de la Cátedra UNESCO-UNAM, Parsifal Islas Morales.

En México, abundó, existe un legado científico cultural patente a través de elementos que son testigos de esa herencia y que por su trascendencia se convierten en objetos patrimoniales.

Por ejemplo, dijo, un laboratorio será un monumento siempre y cuando en él haya ocurrido algo trascendente para el desarrollo de la ciencia; un objeto científico constituye un símbolo y, al final, tenemos un sincretismo que podríamos llamarlo científico y cultural.

Al participar en el Seminario Permanente Entornos, objetos y flujos en las ciudades, organizado por el Programa Universitario de Estudios sobre la Ciudad, el también profesor de la Facultad de Ciencias (FC) resaltó:

Objetos que quizá “no parecen espectaculares, podrían guardar narrativas que realmente lo son”. Ejemplo de ello es el pequeño inmueble que ocupó el Laboratorio Syntex, en Tacuba, donde a principios del siglo XX el químico Luis Ernesto Miramontes sintetizó el esteroide precursor de la píldora anticonceptiva, “un descubrimiento que se hizo aquí en la Ciudad de México y que a veces olvidamos, pero tampoco tenemos a ese inmueble como un suceso tan importante”.

Destacó que esos artículos que aluden a la historia de la ciencia se constituyen en elementos vivenciales, como el caso de una fotografía de la escultura de Prometeo -ubicada en la FC un bien cultural de la institución- y una niña que la observa, lo que muestra la cotidianidad de los monumentos científicos, elementos en constante diálogo y vivencia con las personas que habitan la metrópoli.

A decir del experto, a partir del patrimonio científico es patente que la ciencia no es neutral, por ello es conveniente, desde ese conjunto de bienes materiales e inmateriales, criticar esa visión de su aparente neutralidad y abrir el diálogo a la ciencia con otras dimensiones de la cultura, como el arte, la política y la historia.

La ciencia se transforma en un fenómeno social que también puede constituir un motor o insumo en la construcción de la identidad de las sociedades, aunque esta también se va creando a merced de los intereses históricos de distintos lugares, consideró el universitario.

Parsifal Islas rememoró que durante la creación de la UNESCO, Jaime Torres Bodet señaló que la ciencia es parte fundamental de la cultura, especialmente en los países subdesarrollados, porque en su relación con la sociedad surge la crítica de hacia dónde se orienta la propia ciencia y su uso, y cómo se decide el beneficio que dará a la humanidad.

Desde hace cuatro años se fundó la Cátedra UNESCO-UNAM sobre Diplomacia y Patrimonio de la Ciencia. Iniciamos esta reflexión que busca conceptualizar, identificar y difundir qué conforma al patrimonio científico en nuestro país. En particular aquellos objetos que, en las circunstancias de la Ciudad de México donde hemos comenzado con este ejercicio, pudiera motivar una memoria viva de la ciencia en nuestro contexto cultural.

Mencionó algunos ejemplos que en la Cátedra se han estudiado, por ejemplo, el edificio que fue sede del Instituto Médico Nacional, lugar donde se institucionalizó la ciencia en nuestro país y cuyos ornamentos arquitectónicos del interior de la infraestructura son relieves de células en plena división celular.

Otro es el Colegio de la Santa Cruz de Santiago Tlatelolco, en la Plaza de las Tres Culturas –actual Archivo Histórico de la Cancillería–, primera institución científica en la urbe a principios del Virreinato, dedicada a instruir a los descendientes de la nobleza indígena en artes liberales.

Ese fue el sitio donde en pocos años se desarrollaron dos de los mayores productos científicos de América: el primer mapa de la Ciudad de México (mapa Uppsala) y el Códice de la Cruz-Badiano, primer libro que sistematiza el conocimiento sobre la herbolaria y las plantas útiles de nuestra nación.

Como parte de este ejercicio fue posible la inclusión de la categoría de patrimonio científico en la Ley de Patrimonio Natural, Cultural y Biocultural de la Ciudad de México.