martes, 4 noviembre 2025

Puebla, Pue. México

Chicle antiviral ¿una nueva herramienta contra virus respiratorios?

PEPE HERRERA/UNAM GLOBAL

CIUDAD DE MÉXICO.- Investigadores de la Universidad de Pennsylvania desarrollaron un chicle antiviral con proteína FRIL que inhibe los virus influenza, herpes y SARS‑CoV‑2 en la boca. Esta estrategia innovadora fue presentada en 2025 y puede respaldar la salud pública al actuar en el punto de transmisión más común de estos virus.

En la entrañable historia de Charlie y la fábrica de chocolate, el excéntrico Willy Wonka sorprendía al mundo con un chicle capaz de reproducir los sabores de los tres tiempos de una comida —sopa, carne y postre— en una sola masticada.

Aunque en la ficción ese invento terminó mal (con Violeta Beauregarde convertida en arándano), la idea de un simple chicle con propiedades extraordinarias ha permanecido como un símbolo de creatividad sin límites. Hoy, la ciencia parece haber tomado inspiración de la fantasía: investigadores están desarrollando un chicle con propiedades antivirales, no para deleitar el paladar, sino para combatir virus respiratorios y orales desde el primer punto de contacto: la boca.

Este innovador chicle no promete cenas completas, pero sí un arma potente contra enfermedades como la influenza, el herpes simple y el SARS‑CoV‑2, virus que afectan millones de personas en todo el mundo.

¿Cómo funciona? ¿Qué tan viable es? ¿Y podría realmente convertirse en una herramienta de salud pública? UNAM Global entrevistó al investigador del Instituto de Investigaciones Biomédicas de la UNAM Miguel Antonio García Knight, quien nos dio una visión detallada de este descubrimiento y sus implicaciones.

Mecanismo del chicle: acción práctica en la cavidad oral

Aunque las vacunas han sido herramientas fundamentales para reducir la mortalidad y la hospitalización por enfermedades virales, presentan una limitación importante: en muchos casos, no impiden la transmisión del virus. García Knight explicó que esto se debe a que generan una inmunidad sistémica (anticuerpos que circulan por la sangre), pero no local, es decir, no actúan directamente en las mucosas de las vías respiratorias ni en la cavidad oral, que son los principales sitios de entrada y replicación de virus respiratorios.

“Las vacunas no siempre bloquean la transmisión; necesitamos soluciones locales en boca y nariz”, destacó el investigador.

Por esta razón, se han intensificado los esfuerzos por desarrollar vacunas nasales o tratamientos que actúen directamente en estos tejidos. En ese contexto, surge la propuesta de un chicle que contiene una proteína antiviral capaz de inhibir la replicación de ciertos virus en la boca y el tracto respiratorio superior.

¿Quién está detrás del chicle antiviral?

El investigador universitario comentó que el componente activo del chicle es una lectina antiviral llamada FRIL (Flt3 Receptor‑Interacting Lectin), una proteína que se une a azúcares presentes en la superficie de muchos virus envueltos. Estos virus, como el SARS‑CoV‑2, el virus de la influenza y los herpesvirus, tienen una envoltura lipídica derivada de la célula huésped que incluye proteínas virales con azúcares. Estas estructuras azucaradas actúan como escudos para proteger al virus de la respuesta inmune.

“La lectina FRIL reconoce y se adhiere a estos azúcares, lo que permite aglutinar varios virus juntos, dificultando su entrada a las células y su liberación desde los endosomas intracelulares, estructuras necesarias para que el virus inicie su ciclo de infección. De esta manera, se reduce la capacidad del virus para replicarse y, potencialmente, también su capacidad de contagio”


 — Miguel Antonio García Knight, investigador, IIB‑UNAM

Esta lectina se extrae del frijol lablab, una planta cultivada en Asia, África y Latinoamérica, lo que sugiere que podría ser una alternativa accesible y sostenible en países con menos recursos.

Avances en laboratorio y desafíos reales

Los investigadores evaluaron la eficacia antiviral de este compuesto en estudios in vitro, es decir, en condiciones controladas de laboratorio. En dichas pruebas, la lectina mostró capacidad de inhibir la replicación de virus de influenza (H1N1 y H3N2) y herpes simplex tipo 1 y 2, virus responsables de infecciones orales y genitales. Además, se probó la estabilidad del polvo que contiene la lectina, mostrando que puede mantenerse activo durante años a temperatura ambiente sin perder su eficacia, lo cual es un gran punto a favor para su almacenamiento y distribución.

Este hallazgo abre la puerta a soluciones antivirales de bajo costo y fácil distribución.

El polvo se incorporó a un chicle medicinal, diseñado para liberar la lectina durante la masticación. Esta presentación facilitaría su aplicación directa en la cavidad oral, donde actúan muchos virus en su fase inicial de infección o transmisión.

Críticas y limitaciones importantes

A pesar del potencial de este antiviral, García Knight señaló varias limitaciones importantes que deben ser consideradas antes de que se plantee su uso en humanos:

“Hasta ahora, todas las pruebas han sido realizadas en laboratorio, por lo que no se conoce con certeza el comportamiento de la lectina en la boca humana ni su verdadera eficacia para reducir carga viral en pacientes reales”.


 — Miguel Antonio García Knight, investigador, IIB‑UNAM

  • Falta de ensayos clínicos: las pruebas con lectina solo se han hecho en laboratorio, por lo que su eficacia en la boca humana aún no está comprobada.
  • Ausencia de pruebas en presencia de saliva: la liberación de lectina se evaluó en un entorno artificial, sin tener en cuenta la acción de la saliva, que podría degradarla.
  • Condiciones experimentales no comparables al uso humano: la activación del extracto vegetal se hizo por sonicación, un proceso que no ocurre al masticar, lo que pone en duda su efectividad real.
  • Duración del efecto antiviral: se desconoce cuánto tiempo permanece activa la lectina en la boca y cuánta masticación se requiere para mantener su efecto.
  • Viabilidad de uso continuo: aunque podría ser útil en personas infectadas, no es práctico masticar chicle constantemente como prevención, ni se conocen sus efectos a largo plazo en la salud bucal.

“Además, no es práctico ni viable masticar chicle constantemente”, advirtió el investigador.

Aspectos sociales y ambientales de una solución masiva

Por otro lado, un aspecto poco abordado en el estudio es el impacto cultural y ambiental del uso masivo de chicles. En muchas ciudades, los chicles masticados se desechan inapropiadamente, generando problemas de limpieza urbana y contaminación visual.

“Aunque los chicles no representan un alto riesgo de transmisión viral (los virus son frágiles y no sobreviven mucho tiempo en superficies secas), sí podrían ser un foco de crecimiento bacteriano y, por supuesto, un problema de higiene y estética urbana”, dijo el investigador.
 — Miguel Antonio García Knight, investigador, IIB‑UNAM

¿Este chicle podría reemplazar a las vacunas?

En ningún caso este chicle puede considerarse como sustituto de las vacunas, que siguen siendo la herramienta más efectiva y duradera para prevenir enfermedades virales. A diferencia del chicle, las vacunas inducen una protección más estable y duradera mediante la activación del sistema inmune adaptativo.

Este chicle no reemplaza las vacunas, pero podría ser un complemento útil.

“Sin embargo, si futuras investigaciones confirman su efectividad clínica, este chicle podría convertirse en una herramienta adicional para reducir la transmisión de virus en personas ya infectadas, especialmente en entornos con alta carga viral o en comunidades con bajo acceso a medicamentos o vacunas”, concluyó.