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- Puebla, Pue. México.

19Por ello, como parte de las actividades de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) 2018, fue realizada una charla en la que participaron los doctores José Mario Molina Pasquél y Henríquez, ganador del Premio Nobel de Química; Juan Carlos Arredondo Brun, Director General de Políticas para el Cambio Climático de la Semarnat; María Amparo Martínez Arroyo, Directora General del Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático; Graciela Lucía Binimelis de Raga, investigadora de la UNAM y José Sarukhán Kérmez, de El Colegio Nacional.


El Rector General de la Universidad de Guadalajara (UdeG), doctor Miguel Ángel Navarro Navarro, en la inauguración del encuentro afirmó que la feria es un espacio que propicia el diálogo en materia científica.

“La FIL no puede estar alejada de las cuestiones de interés internacional. Abrir espacios de análisis y reflexión de estos asuntos nos concierne a todos. ¿Podrá haber una amenaza mayor que la del calentamiento? ¿Habrá algo que podríamos hacer como colectividad? Hay medios políticos que cuestionan la existencia del cambio climático, y eso no deja de ser una amenaza mundial”, compartió.

Mario Molina mencionó que una de las dificultades de este problema es que los gases que derivan de la actividad humana permanecen en la atmósfera por muchos años.

“Es un problema global que le concierne a todo el planeta. Lo que se puede hacer es cambiar la calidad del aire en cada ciudad. Nos preocupa que tenemos que empezar a actuar ya, pero lo importante es trabajar en grupo, con los gobiernos. La ciencia nos dice que de seguir emitiendo gases de efecto invernadero, aumentará la temperatura hasta tres o cinco grados centígrados a finales del siglo”, indicó.

Ese panorama, aseguró, sería devastador para la civilización humana, ya que habría zonas del mundo que quedarían inhabitables.

Arredondo Brun recordó que las fuentes de gases de efecto invernadero más importantes son la quema de combustibles fósiles, como en el uso de transportes, de gas LP, de refrigeración y para generar la electricidad.

“Tras muchas discusiones internacionales, 197 países adoptaron el Acuerdo de París, cuya meta es evitar el incremento de temperatura promedio del planeta no más allá de 1.5 grados centígrados, entre otros puntos”, dijo.

Lluvias, ondas de calor, sequías, inundaciones que se presentan de forma atípica son sólo una muestra de que el clima está cambiando a escala global.

Binimelis de Raga señaló que el cambio climático y la contaminación del aire son dos caras de la misma moneda.

“La contaminación del aire está relacionada con la muerte de seres humanos. Se puede pensar que limpiando nuestras ciudades y tomando las medidas de mitigación vamos a tener resultados más rápidos. Tenemos suficiente conocimiento para actuar. Como sociedades, debemos ver cómo la gobernanza entre países va a ayudar a coordinar estos esfuerzos”, dijo.

Según Martínez Arroyo esta situación también tiene repercusiones socioeconómicas, por ello las acciones más próximas para mitigarlo deben basarse en registros fiables que ya se tienen.

“Contamos con inventario de las fuentes de los gases de efecto invernadero; sabemos que el transporte y la generación de energía son las que más emiten. Con la cantidad de dióxido de carbono que ya hay en la atmósfera, no alcanzaría a que suba la temperatura tan rápido a 1.5 grados centígrados; claro, esto si se actúa de forma efectiva; aún hay una esperanza de que eso no suceda”, precisó.

Según el Inventario Nacional de Emisiones de Gases y Compuestos de Efecto Invernadero de México, se produjeron 683 millones de toneladas tan sólo en 2015.

Sarukhán Kérmez compartió cifras que respaldan la gravedad de la actividad humana para con el medio ambiente. Dijo que, actualmente, en la atmósfera hay 405 partes por millón de dióxido de carbono, que dista de las 208 partes por millón que había cuando se suscitó la Revolución Industrial.

“En 800 mil años no había pasado eso en la Tierra. Antes de la Revolución Industrial había un balance en la atmósfera que era aceptable gracias a que los ecosistemas consumían lo que producía la actividad humana. Hoy hemos perdido enormes áreas de bosques y selvas, y hemos dañado el mar; ahora estos grandes sumideros de CO2 no están funcionando como antes”, expresó.

Refirió que el problema es enormemente serio, ya que no se conoce cuánto dura cada molécula de CO2 en la atmósfera: “No sabemos cómo medirlo, porque esto es reciente”.