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- Puebla, Pue. México.

05psicobuap01En una de las escenas de la cinta Todo sobre mi madre (1999), de Pedro Almodóvar, al confirmar su embarazo a una joven de 21 años e indicarle total reposo, ante su negativa porque tiene que trabajar, el médico, molesto, le dice: “Su único trabajo es estar quietecita y no hacer más tonterías”.

A través de su guión, el laureado director español deja entrever cómo la sociedad  lidia con temas sobre la sexualidad y el cuerpo. Penélope Cruz tuvo el gran reto de personificar las vicisitudes de una mujer de primer mundo que se enfrenta a un embarazo no planeado.

Aunque el diálogo sostenido entre el médico, Rosa (la joven embarazada) y su acompañante pareciera habitual, devela la insensibilización del sector salud sobre los embarazos de adolescentes, no planeados, cuya falta de asertividad repercute, sobre todo, en éstas.

“La falta de concientización y sensibilización de la sociedad sobre el fenómeno del embarazo en la adolescencia genera serias repercusiones en la vida del niño y la madre”, afirma María Leticia Quiroz Ávila, académica de la Facultad de Psicología de la BUAP y coordinadora del Programa de Acompañamiento y Orientación Psicosocial para Adolescentes Embarazadas, que cumple cinco años de ofrecer servicios profesionales a mujeres en ese rango de edad en Puebla.

Un problema mundial que no es problema

Mientras que el número de embarazos no planeados en adolescentes españolas tiende a la baja, en México ocurre lo contrario y refrenda su liderazgo en la lista de naciones de la OCDE con mayor incidencia: -64.2 por cada mil nacimientos, índice que contrasta con el de Suiza, de sólo 4.3-. En este top ten le siguen a nuestro país Chile, Bulgaria, Turquía y Estados Unidos, siendo este último el país desarrollado con más casos. El estado de Puebla ocupa el cuarto lugar nacional.

En el caso de la capital poblana, el mayor número se concentra en las periferias o zonas populares: “Estamos hablando de puntos localizados que refieren condiciones económicas, sociales y culturales particulares. Generalmente son poblaciones de migrantes que buscan mejores oportunidades de desarrollo, topándose con que para tal fin necesitan cierto nivel educativo y determinados desenvolvimientos sociales que ellos no tienen, entonces se ven sometidos a presiones. El embarazo puede ser una forma de responder a esta búsqueda de estabilidad, realización, identidad y pertenencia”, señala Quiroz Ávila.
            
La académica, quien es fundadora del programa en cuestión, sugiere que para comenzar a entender –y tratar- el fenómeno se requiere de un cambio de percepción sobre las situaciones que las mujeres viven, durante y después de la gestación. Después, la suma de profesionales de otras áreas, ya que se requiere de la interdisciplinariedad y de respuestas integrales.
            
“No debemos hablar de imprudencia ni incurrir en señalamientos hacia las adolescentes. Son múltiples factores los que se conjugan”, sostiene. Las madres adolescentes no son el problema, forman parte de un fenómeno social multicausal complejo que ante la falta de información y sensibilización se ha reducido a la estigmatización de la mujer, asociándola a prácticas “no propias” del género femenino, como libertinaje sexual, imprudencia y falta de responsabilidad.
            
Entre las causas se encuentran las del tipo socio-cultural, que normalizan la incidencia de casos sobre todo en entornos rurales, falta de acceso a la información, venir de una familia disfuncional, la incapacidad de los sistemas de salud públicos para proporcionar orientación adecuada sobre el tema, problemas en la formación integral en sexualidad en los centros educativos, desigualdad económica y social, entre otros.
            
El caso del médico español ficticio que culpa a Rosa de su situación da cuenta de cómo hasta en los sectores más involucrados, como las instituciones de salud, carecen de la formación adecuada para dar tratamiento a las mujeres con embarazos no planificados. Si esto sucedió en la mente de un cineasta que escribe sobre la “realidad del primer mundo”, la deducción de lo que sucede en México no es esperanzadora.
            
Además de las posibles dificultades a nivel salud, económico y social de un embarazo a edad temprana, las cuales podrían disminuir su futura calidad de vida y oportunidades de desarrollo, las adolescentes tienen que cargar con los sentimientos de culpa que la misma sociedad se encarga de avivar en ellas, sobre todo en entornos urbanos, donde se tiende a demandar de sus habitantes mayor desarrollo laboral, económico y educativo, situación que se ve amenazada por el embarazo temprano.
            
“La gente dice que tener hijos antes de los 25 es no disfrutar tu vida. Las personas te ven rara cuando observan tu panza. Cosas así te afectan”, afirma Raquel Haro, de 24 años de edad, quien acudió al taller de los especialistas de la BUAP cuando tenía cuatro meses de embarazo: “Estaba feliz y a la vez nerviosa. Quería disfrutar mi embarazo y que alguien me apoyara. Aquí –en el Programa de Acompañamiento y Orientación Psicosocial para Adolescentes Embarazadas- nos dieron confianza. Agradezco que desde el embarazo nos hayan permitido estar conectados con nuestros bebés”.
            
Ella llegó por un anuncio colocado en un hospital, otras se enteraron por algún familiar o el aviso de conocidos, algunas por redes sociales; sin embargo, todas llegaron con temor, incertidumbre y muchas interrogantes. Tras su estancia en el taller, descubrieron sus capacidades, mejoraron su autoestima y la confianza en sí mismas y los otros, aprendieron cómo sobrellevar su embarazo y maternidad. Así,  miraron con otros ojos la situación.

“Ves lo difícil que puede llegar a ser la vida, pero también que es algo que merece la pena vivirse”, sostiene Raquel, quien ahora disfruta de su bebé de un año y medio de edad.
            
Desde 2012, en este programa se han impartido periódicamente nueve talleres de aproximadamente cinco meses de duración (12 a 14 sesiones), en los cuales se ha dado acompañamiento personalizado y profesional a un total de 45 madres. Su alcance se extiende a sus familiares y parejas, pues no están diseñados sólo para ellas.

Algunas jóvenes, ya con sus hijos en brazos, opinan sobre su experiencia y cómo su condición de madres transformó su forma de entender y relacionarse con el mundo.
            
¿Cómo le digo la noticia a mis padres, al papá de mi bebé? Fue su principal preocupación. Katia López, de 19 años de edad, no tuvo suerte con su pareja y tuvo que lidiar con esta responsabilidad únicamente con el apoyo de sus padres. Afortunadamente contó con la ayuda de la BUAP y ahora se enorgullece por cada logro de su hijo, quien ahora tiene tres años de edad. “Un embarazo como el mío puede parecer o llegar a ser difícil, pero no es una labor imposible. Aquí me demostraron que sí se puede salir adelante”, sostiene.
            
Un caso similar es el de Laura Peuget, de 21 años de edad: “Fue una etapa muy difícil. Este taller me rescató de la depresión, de llevar el embarazo irresponsablemente. Aquí aprendí a asimilar que si iba a estar sola o acompañada, iba a estar bien al ejercer mi maternidad y me brindaron herramientas para poder hacerlo plenamente”.
            
Recuerda que su embarazo fue una situación muy dura, pues le costó entender que ya iba a tener un hijo. “Claro que no voy a ser mamá y papá a la vez, eso no se puede. Ser mamá soltera sólo implica doble esfuerzo”, considera la madre de Matías, un niño de año y medio de edad.
            
“En la vida nadie te enseña a ser mamá -ni papá-, pero si hay algo cierto es que acá sí te dan herramientas para asumir estos papeles. El hecho de que me hayan rescatado de la depresión y ayudarme a aceptar mi condición de mamá adolescente me sirvió demasiado; ahora estoy tranquila, me siento plena”.
            
Laura Ponce, mamá de 19 años de edad, es otra de las jóvenes beneficiadas. Ella pasó por procesos similares: miedo al rechazo de su pareja y familia, incertidumbre sobre su futuro, miedo a no contar con los recursos económicos necesarios. Sin embargo, al igual que el resto, anhela sacar adelante a su hijo, concluir sus estudios.

Todas coincidieron en que no existe nada mejor del embarazo que sentir los movimientos bruscos y repentinos de un pequeño ser que llega a transformar la vida.